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jueves, 20 de agosto de 2009

¿Que podemos aprender del Buen Samaritano?

PARABOLA DEL BUEN SAMARITANO
Lc. 10, 25-37

La parábola narrada por Jesús para ilustrar que la piedad es un sentimiento de gran importancia y que cumplir el espíritu de la ley es tan importante como cumplir la letra de la ley.
La elección de la figura de un samaritano, considerado un herético para los sectores más ortodoxos de la religión hebrea, sirve para mostrar que no es la ortodoxia en la propia religión la que conduce a la vida eterna, sino la caridad de las propias acciones.
Revisión por Versículos

25 Se levantó un legista, y dijo para ponerle a prueba: «Maestro, ¿que he de hacer para tener en herencia vida eterna?».

Esta pregunta en otra oportunidad la hace un joven con cierta ingenuidad; pero en este caso, el legista no es ingenuo, es oportunista.
Tal vez nosotros mismos hemos caído mil veces en esta situación, a sabiendas que no solo la letra salva, preguntamos a Dios si estamos obrando correctamente, cuando pese a conocer la “ley”, sabemos que no le damos vida a la misma con nuestras acciones.

26 El le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?»

Jesús que conoce el corazón y lo que en se guarda, juega con el legista al mismo juego de ley.
Hoy nosotros debemos saber leer para poder actuar conforme a la esencia de la ley y no con la letra estricta con que se graba.

27 Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.»

De esta manera el legista demuestra su conocimiento, pero no hace manifiesto su actuar.
El conocer no da derechos, los derechos se ganan practicando lo que conocemos a favor de los demás.


28 Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás.»

Conocer es importante, pero con lo que se conoce debemos general acciones. Jesús invita al legista a pasar del sustantivo al verbo que el es demanda.

29 Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?»

Talvez sabemos una y mil veces lo que Dios pide de nosotros, pero bajo el argumento de querer estar seguros y no tener malas interpretaciones, indagamos sobre a quien buscar, en donde está, si yo supiera…. Etc.
Justificarse, como lo hace el legista, es ignorar lo que sin demasiadas complicaciones Dios solicita con nuestro actuar

30 Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto.

Ilustrar geográficamente la situación nos ubica en nuestro propio mundo, en donde existen situaciones que llevan al hombre al extremo del peligro espiritual y material. Ir de lo santo (Jerusalén) bajando hacia el peligro de la oferta que nos hace perder (como es el camino hacia Jericó con salteadores). Jesús sencillamente ilustra la situación que en el mundo puede vivir cualquiera de los que lo habitan.

31 Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo.

El sacerdote que encarna en la historia al que conoce e interpreta la ley, aquel que al parecer sabe todo lo bueno y lo malo, pero que al momento de llevar la letra a la acción piensa, analiza, juzga, encasilla, etc. Mientras que aquel que lo necesita sucumbe lentamente hasta que tal vez se pierde.

32 De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo.

El Levita, el servidor, no se diferencia del sacerdote, pues de la misma manera trata de atar todo lo que sabe eliminando la posibilidad de actuar frente a lo que en realidad requiere su servicio.

Para los dos casos anteriores, el pensar que el problema de un hermano, encarnado por el hombre mal herido de la parábola, puede contaminar y es mejor “no meterse”, es una actitud que refleja la indiferencia que hoy reina en el mundo y con la cual hasta se es indiferente frente a lo que Dios nos muestra.





33 Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión;

El Samaritano, hombre que es criticado por su posición, quizá desconocedor de la ley, tiene en su corazón la forma de amar de Dios.

34 y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él.

No actúa según la letra, actúa según lo que la ley debe inspirar en el corazón de quien recibe a Dios.
El romper la indiferencia puede parecer en oportunidades que no cumplimos con la rigurosidad de lo escrito, pero sin dudas el ejemplo de Jesús nos invita a que nos dejemos llevar por los sentimientos que el recibir la ley, a Dios mismo debe, despiertan en un corazón que como tierra fecunda hace brotar de la semilla (letra), fruto que sirve (verbo).

35 Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: "Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva."

Mas allá de un acto de misericordia, debemos dar continuidad a la acción que hemos realizado; vivir la misericordia, saca de la tentación de la indiferencia y saca de la ley mosaica, de esta manera es que mejor se cumple la ley de Dios de amar con misericordia.

36 ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?»

Ahora el interrogado es quien preguntaba; el que con la ley preguntó, ahora es cuestionado con la misma ley, pues ella habla del prójimo y el prójimo se había ignorado al querer buscarlos y no hacerse.


37 El dijo: «El que practicó la misericordia con él.» Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo.»

Por este motivo es que Jesús invita a este legista a que toda palabra que ha grabado en la mente, sea ahora dinamizada en el corazón y así no solo se lea, sino que se cumpla con acciones que muestren al mundo que Dios obra desde nuestra propia vida.